Que te den, Hábitos Atómicos
Adapta los hábitos a tus necesidades. Flexibilidad, conexión humana e intencionalidad son clave para un emprendimiento psicológico efectivo.
A lo largo de los últimos años, Hábitos Atómicos de James Clear se ha convertido en un referente en el mundo del desarrollo personal y profesional.
De hecho no me gusta escribir sobre este tema delante de profesionales de la psicología.
Pero os he visto en Instagram compartiendo que a muchos/as de vosotros/as os mola este libro.
Pero como emprendedor, he llegado a cuestionar algunos de los principios que plantea.
Aunque el libro ofrece herramientas útiles, su enfoque en la rigidez y la automatización puede ser perjudicial si no se aborda con flexibilidad.
Esta semana, además de meterme con Hábitos Atómicos, también compartiré estrategias prácticas para aquellos que buscan aplicar estas ideas a su propio emprendimiento en psicología sin caer en trampas comunes.
El primer problema es la "profesionalización" y el riesgo del burnout
Uno de los conceptos clave en Hábitos Atómicos es la idea de que los "profesionales" son aquellos que siguen sus hábitos de manera estricta, sin desviarse, mientras que los "aficionados" dejan que la vida interfiera.
Si bien la consistencia es importante, esta mentalidad puede llevar a una autoexigencia excesiva, ignorando las señales de agotamiento o estrés.
Pensemos en el caso de un colega psicólogo que quiere mejorar su visibilidad en redes sociales.
Decide, motivado por el libro, publicar contenido nuevo todos los días.
Al principio, todo va bien: crea videos, publica artículos y se mantiene activo.
Pero, con el tiempo, la presión por cumplir con su "hábito profesional" lo lleva al agotamiento.
Lo que comenzó como una estrategia para atraer más clientes termina siendo una fuente de estrés que afecta incluso su desempeño en consulta.
En lugar de fijar un hábito rígido, establece sistemas flexibles.
Por ejemplo, en lugar de obligarte a publicar todos los días, proponte crear contenido de calidad semanalmente y deja espacio para la improvisación.
Usa herramientas de planificación de redes como Hootsuite o Buffer para programar publicaciones con antelación.
Esto te dará margen para cumplir con tu objetivo sin sacrificar tu salud mental.
Aplica también el concepto de "progreso mínimo viable".
En lugar de una rutina diaria inquebrantable, establece un "mínimo diario viable".
Por ejemplo, si tu objetivo es escribir contenido, comprométete a escribir al menos un párrafo al día.
Esto te permitirá avanzar sin la presión de producir grandes cantidades y te ayudará a mantener la constancia sin agotarte.
También tenemos el problema de la "habitualización" de todo y la falta de intencionalidad
Uno de los problemas que encuentro en Hábitos Atómicos es la tendencia a convertir cada aspecto de la vida en un hábito.
Desde responder correos electrónicos hasta organizar las consultas, todo puede convertirse en una rutina automatizada.
Pero esto puede desconectarnos del propósito principal detrás de nuestras acciones, y en lugar de mejorar nuestra productividad, terminamos procrastinando o sintiéndonos insatisfechos.
Un ejemplo común en el mundo del emprendimiento psicológico es la implementación de un hábito para revisar y responder correos electrónicos.
Es muy fácil caer en la trampa de estructurar un horario rígido para responder correos a la misma hora todos los días, y luego pasar más tiempo perfeccionando este hábito que ejecutando la tarea en sí.
Esto no solo lleva a la procrastinación, sino que también genera una sensación de que estás haciendo algo productivo, cuando en realidad estás complicando una tarea simple.
Usa la técnica “hazlo ahora”.
Si se trata de tareas simples y rápidas, como responder correos, hazlo de inmediato en lugar de planificar un hábito alrededor de ello.
Si te toma menos de 2 minutos, responde en el momento.
Esto elimina la procrastinación y te mantiene presente.
También puedes utilizar el time blocking.
En lugar de convertir todo en un hábito diario, reserva bloques específicos de tiempo para tareas que no requieren rutina diaria.
Por ejemplo, puedes dedicar las tardes de los martes a crear contenido o responder correos.
Esto te permite enfocarte de manera intencional y mantener el control sobre tu tiempo sin perder flexibilidad.
El enfoque a largo plazo y la ansiedad por el futuro
En Hábitos Atómicos, se fomenta la idea de construir hábitos para el largo plazo, lo cual tiene su lógica.
Pero, esto puede llevar a una sensación de presión abrumadora.
La noción de que debemos mantener un hábito "para siempre" puede generar ansiedad, especialmente cuando la vida es impredecible.
En el mundo de la psicología, donde manejamos la incertidumbre constantemente tanto en nuestra práctica como en nuestras vidas, esta rigidez puede ser contraproducente.
Imaginemos que decides implementar el hábito de meditar 10 minutos cada día para reducir el estrés.
Al principio, todo va bien, pero pronto te encuentras pensando en la necesidad de mantener este hábito para siempre.
Este tipo de pensamiento genera una ansiedad por el futuro que puede acabar debilitando la eficacia del hábito en sí.
En lugar de enfocarte en mantener un hábito para siempre, aplica el concepto de “un día a la vez”.
Cada día, comprométete solo con lo que puedes hacer hoy.
Por ejemplo, si hoy tienes tiempo y energía para meditar, hazlo. Si mañana no es posible, no te castigues.
Este enfoque elimina la presión y permite que el hábito se mantenga de forma más natural.
Puedes aplicar este enfoque en otros aspectos de tu emprendimiento, como gestionar clientes o realizar tareas administrativas.
Implemente también un sistema de revisión semanal, en lugar de un seguimiento diario inquebrantable.
Esto te permitirá evaluar tu progreso de manera más objetiva sin la presión diaria.
Revisa qué hábitos o tareas han sido útiles y cuáles no, y ajusta tu estrategia de forma flexible.
Esto es especialmente útil para evitar la frustración cuando los hábitos no se mantienen como esperabas.
La mente automatizada y la desconexión humana
Por último diría que uno de los principales desafíos que enfrentamos como psicólogos es equilibrar la productividad con la necesidad de estar presentes para nuestros pacientes.
Si bien Hábitos Atómicos se enfoca en la optimización y automatización, esto puede crear una desconexión entre nuestras acciones y nuestras emociones.
Al convertir cada acción en un hábito, corremos el riesgo de operar como "máquinas", perdiendo la autenticidad y el sentido humano que son esenciales en nuestro trabajo.
Imagina que transformas la tarea de interactuar con tus pacientes en algo tan rutinario que se convierte en una casilla más que marcar en tu lista de tareas.
Al perder la conexión emocional con ellos, disminuyes la calidad de la terapia y tu capacidad para empatizar.
Mantén la intención detrás de la acción.
Antes de cada consulta, tómate un momento para recordar por qué estás haciendo este trabajo.
En lugar de simplemente pasar al siguiente paciente, recuerda que cada persona es única y requiere de tu total atención y presencia.
Esto no solo mejorará tu relación con tus pacientes, sino que te ayudará a mantenerte más conectado con tu propósito.
Practica la autocompasión y el autocuidado, especialmente cuando tus hábitos o metas no se cumplan.
En lugar de castigarte por no cumplir con tu "rutina perfecta", adopta una mentalidad más compasiva contigo mismo.
Los contratiempos son naturales, y como psicólogos, sabemos que la flexibilidad mental es clave para el bienestar.
Aunque Hábitos Atómicos ofrece estrategias útiles, su enfoque rígido puede llevar a una desconexión con nuestras necesidades emocionales y el propósito detrás de nuestras acciones.
Para nosotros, como profesionales de la psicología que quieren emprender, es crucial encontrar un equilibrio entre la estructura y la flexibilidad.
Mi recomendación es que tomes lo que sirve de Hábitos Atómicos como la importancia de los pequeños cambios, pero no te obsesiones con la perfección o la rigidez.
Implementa sistemas flexibles, evalúa tu progreso regularmente y, lo más importante, mantén una conexión intencional con lo que haces.
Al final del día, lo que importa no es la cantidad de hábitos que construyes, sino la calidad de las acciones que realizas y la intención detrás de ellas.